“Es como tener una mascota de cuatrocientos kilos”: la historia no contada de quienes cuidan, entrenan, entienden y forman un caballo campeón

Cada mañana, cuando Lima apenas despierta, en los establos del Hipódromo de Monterrico ya hay movimiento. Son las cinco o incluso las cuatro y media, y los cuidadores —también llamados variadores en este ecosistema— empiezan su rutina con los caballos de carrera. Les hablan, los alimentan, los cepillan con devoción y los sacan a pasear para que estiren sus extremidades, antes de colocarle la montura y llevarlos con su jinete a la pista. Tienen el trato de un atleta de élite porque eso son. Pero para quienes se encargan de cuidarlos son compañeros, familia.

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“La conexión con el animalito es bastante especial, sobre todo cuando se comienza desde cero con un potrillo para amansarlo. Es como tener una mascota de cuatrocientos kilos”, nos dice Noel Tantalean, un joven cajamarquino que se dedica a este oficio desde hace quince años. “Uno ya tiene sus formas para entrar en confianza con el caballito. Después de ocho meses, más o menos, se puede ver si está listo para competir. El debut es bien emocionante por todo el empeño que uno le ha puesto”, cuenta el variador.

Noel Tantaleán, variador del Hipódromo de Monterrico, junto al caballo Enforceable, que competirá en el clásico independencia.

Noel tiene a su cargo a cinco caballos, entre ellos a Enforceable, un bello ejemplar de color blanco, favorito a ganar el próximo clásico independencia, cuyo propietario es el empresario Omar Macchi. La relación entre un cuidador y su caballo es una historia que no sale en la foto final ni en la crónica del ganador. Sin embargo, es ahí donde empieza todo. El vínculo es tal que muchos variadores saben leer el estado de ánimo del caballo con solo mirarlo a los ojos. Le reconocen las manías: algunos se inquietan con los ruidos, mientras otros son más tercos que un niño.

Víctor Vargas es capataz en las caballerizas del Hipódromo de Monterrico. Trabaja en este lugar desde hace 40 años.

Víctor Vargas trabaja en las caballerizas del Jockey Club desde hace cuarenta años y conoce todos los secretos de este oficio. “Mi padre también trabajó aquí, prácticamente he nacido en el Hipódromo”, cuenta. Él comenzó como variador y ahora es capataz, una labor que consiste en la gestión y supervisión de todas las actividades relacionadas con el cuidado y manejo de los caballos en un establo. “A media mañana, los caballos ya han entrenado, han comido y descansan. Los cuidadores aprovechan para limpiar sus boxes, revisar las herraduras y preparar la siguiente jornada”, explica Vargas.

Los entrenadores, por su parte, tienen una labor más técnica, pero no deja de ser emotiva. Su trabajo es construir un caballo ganador sin forzar sus límites. No se trata solo de velocidad. “El caballo de carreras es un deportista profesional y como tal necesita de un preparador. Son animales delicados, propensos a lesiones. Por eso uno tiene que ser sumamente cuidadoso”, nos dice Juan Diego Gonzales-Vigil, exfutbolista profesional reconvertido en entrenador de caballos.

Tras su retiro del fútbol profesional, Juan Diego Gonzales-Vigil se dedica a entrenar caballos de carrera. Hoy tiene a su cargo cerca de 200 ejemplares.

Tras retirarse del fútbol, el ‘Lobo’ –como lo apodaban en las canchas– volvió a una pasión que lo acompaña dese niño: los caballos. Su padre fue preparador durante años y, en casa, hablar de hípica era tan común como hablar de la Liga 1. “Este mundo siempre estuvo cerca de mí”, sostiene. Hoy entrena a cerca de doscientos ejemplares de los “studs” más importantes del Hipódromo de Monterrico, entre ellos Valle Sagrado, Lenci, y el de Paolo Guerrero. “El caballo, además de imponente, es bastante comunicativo. Entrenarlos significa bastante conexión y entendimiento con el animal”, sostiene Gonzales-Vigil.

Este 29 de julio, cuando el himno nacional suene en el Jockey Club y los caballos se alineen para el Clásico Independencia, no solo se celebrará a la patria. De algún modo, es un evento que también permite reconocer el trabajo de todos los que, desde la sombra, hacen posible aquella postal. “El Clásico Independencia no es solo una competencia hípica, es una celebración que moviliza a miles de personas y nos conecta con nuestra identidad peruana”, nos dice Danilo Chávez Abad, presidente del Jockey Club del Perú. “De hecho, es un evento que forma parte de las actividades protocolares del presidente de la República por Fiestas Patrias. Es una tradición que viene desde el presidente Leguía y que hoy llega a su edición número 106. El hipódromo se vestirá de gala e invitamos a todas las familias a formar parte de esta tradición”, complementa.

El aplauso del público será para el caballo ganador, pero en cada galope resonará también el paso constante de quienes los cuidan, creen en ellos y caminan a su lado todos los días. //

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