¿Mi hijo solo es travieso, creativo e inquieto o tiene Déficit de Atención?
“Mi hijo tiene 3 años y aún no ha visto una pantalla”: ¿Por qué posponer su uso lo más posible? Devorar, delulu y FOMO: la guía para entender el lenguaje de tus hijos Gen Z “¡No para ni un segundo!” o “Se distrae hasta con el vuelo de una mosca” son frases que probablemente has escuchado en más de una ocasión. En muchas familias suele haber un niño cuya curiosidad, creatividad y energía desbordante puede llevar a los padres a cuestionarse si detrás de esas conductas podría haber algo más, como un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o si simplemente forman parte de su personalidad. “En los últimos años, esta duda es cada vez más común entre los padres, ya que existe una mayor conciencia sobre la salud mental, lo cual es bastante positivo. Antes, un niño muy inquieto o distraído era visto como malcriado o demasiado travieso, mientras que ahora se reconoce que podría tratarse de un trastorno como el TDAH”, explicó Patricia Cortijo, neuropsicóloga de Clínica Internacional a Hogar y Familia. Este trastorno que afecta alrededor del 4% de la población infantil en el mundo (entre los 10 a 14 años de edad), según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha pasado de ser considerado un “daño cerebral” o consecuencia de una mala crianza, a entenderse como un trastorno de origen neurobiológico con un fuerte componente genético, destacó la doctora Claudia Cortez, directora de la carrera de psicología de la Universidad San Ignacio de Loyola. Esta evolución —alimentada por décadas de investigación y difusión en medios— ha ayudado a derribar mitos y a visibilizar que, si bien no todo niño inquieto tiene TDAH, sí es importante identificar a tiempo a quienes necesitan apoyo. Por eso, hoy el verdadero desafío es evitar que la etiqueta “hiperactivo” se convierta en un estigma o, por el contrario, que la búsqueda de explicaciones lleve a un sobrediagnóstico. Entre la preocupación genuina, el ruido de las redes sociales y la esperanza de encontrar respuestas, muchos padres caminan sobre una cuerda floja: ¿estaré exagerando o dejando pasar señales importantes? ¿Cómo diferenciar entre personalidad, desarrollo y TDAH? Distinguir entre la personalidad de un niño, su etapa de desarrollo y un posible TDAH no siempre es sencillo, pero es fundamental trazar la línea entre uno y otro. De acuerdo con el doctor Michael Manos, psicólogo pediatra de Cleveland Clinic, la clave está en dos elementos: persistencia e interferencia en la vida diaria. Es decir, un niño activo o curioso puede mostrar momentos de inquietud, pero logra adaptarse, cumplir con sus responsabilidades y mantener relaciones adecuadas. En cambio, en el TDAH los síntomas de inatención, hiperactividad o impulsividad son constantes durante al menos seis meses, aparecen en varios contextos —casa, escuela y actividades sociales— y afectan de forma significativa su rendimiento o convivencia. “Por ejemplo, Daniel, de seis años, es muy curioso y lleno de energía: en casa explora, pregunta sin parar y en el parque corre y salta. A veces se distrae o habla mucho en clase, pero cuando la tarea es importante, logra concentrarse, termina sus trabajos y respeta las reglas si se le recuerda. Básicamente, su vitalidad no interfiere con su aprendizaje ni con sus relaciones. Mientras que, Luis, también de seis años, muestra un patrón distinto: parece no escuchar a sus padres, aunque le repitan las instrucciones, no permanece sentado ni durante la comida, interrumpe constantemente, deja sus tareas inconclusas y mal cuidadas, y su rendimiento escolar es bajo. Sus problemas de conducta son persistentes y aparecen tanto en casa como en el colegio, lo que encaja con un TDAH de tipo combinado”, ilustró la doctora Cortez. Otro aspecto esencial es la edad y la etapa evolutiva. Como refirió la neuropsicóloga, es natural que un niño de cuatro años se levante, explore o se disperse, ya que aún no ha desarrollado del todo el autocontrol ni la capacidad de permanecer quieto por un largo periodo de tiempo. Sin embargo, a los diez años ya se espera que pueda concentrarse más, seguir rutinas y respetar normas. Por eso, antes de sospechar de un trastorno, es indispensable valorar si la conducta es apropiada para la edad. También entran en juego los factores temperamentales y genéticos. Claudia Cortez señaló que los niños tienen diferentes niveles de energía y temperamentos sin que esto implique necesariamente TDAH. El trastorno, de origen multifactorial pero con una heredabilidad superior al 70%, puede transmitirse en las familias; de hecho, más del 50% de los padres y alrededor del 40% de las madres de niños con TDAH también presentan el diagnóstico. No obstante, ningún factor aislado explica por sí solo el cuadro, ya que además influyen aspectos prenatales, biológicos, ambientales y psicosociales. Por ello, un niño puede ser muy activo o impulsivo por naturaleza, y eso no significa que padezca de un trastorno por deficit de atención e hiperactividad si las conductas no cumplen con los criterios de duración, intensidad, impacto y contexto. “Es importante tener en cuenta que, dentro de un desarrollo infantil, es esperable que los niños hablen mucho, pierdan la concentración en actividades poco atractivas o se muevan bastante. Sin embargo, las alarmas se encienden cuando estas conductas son excesivas para su edad, persisten más de seis meses, aparecen en diferentes escenarios y obstaculiza su desenvolvimiento en diversos entornos”, recalcó Mary Castro, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma. Asimismo, es vital determinar si conductas como interrumpir constantemente la clase o levantarse de su asiento antes de terminar una tarea, no se deban a cambios significativos en la vida del niño, —como una mudanza o un duelo—ni a la presencia de otros trastornos mentales como ansiedad, depresión, problemas intelectuales o condiciones médicas. ¿Sobrediagnóstico, etiquetas y sus consecuencias? Sin duda, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, se ha convertido en uno de los diagnósticos más mencionados tanto en consultas pediátricas y foros de crianza. Sin embargo, este interés creciente también puede suponer un sobrediagnóstico de dicho trastorno. Como comentó Cortijo, a veces por desconocimiento
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