Era el 16 de agosto del 2013. César Álvarez, entonces todopoderoso gobernador regional de Áncash, atravesaba en una 4×4 por primera vez, a ritmo de huaino, el túnel de la carretera Chacas-San Luis-Carhuaz, a 4.738 m.s.n.m. en la Cordillera Blanca.
Lo acompañaba una caravana de obreros con cascos de la constructora Odebrecht, simpatizantes con banderas amarillas de su movimiento regional Cuenta Conmigo, periodistas y pobladores. Era un significativo día para Álvarez, o ‘La Bestia’, como lo llamaban sus opositores: después de tres años, estaba listo el corredor trasandino más alto del mundo, una de sus principales promesas de campaña.
Los ciudadanos del Callejón de Los Conchucos y de Huaylas desbordaban de alegría y, entre lágrimas, agradecían a Álvarez por haber hecho realidad el proyecto: una vía de 1.800 metros de longitud que atravesaba las faldas del Huascarán.
Álvarez dijo que la obra, una proeza de alta ingeniería, iba a ayudar a mejorar la calidad de vida en las provincias de Asunción, Carlos Fermín Fitzcarrald y Carhuaz, que, de acuerdo con el INEI, presentaban un índice de pobreza de entre 35% y 52%. Además, que su creación significaría atraer a más de 40 mil turistas por temporada e impulsaría el agro.
Tres años antes de aquel evento, la carretera, que aún no había sido licitada, enfrentaba sus primeros cuestionamientos. El ex consejero regional de la provincia del Santa Ezequiel Nolasco y el abogado Gilmer Asís Ortiz denunciaron públicamente que la obra tenía un problema de origen: provenía de un paquete de proyectos sobrevalorados en más de S/300 millones (de un total de S/800 millones) producto de un convenio firmado en junio del 2010 entre Álvarez y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). El acuerdo establecía que la OEI se encargaría del proceso de selección y licitación del paquete de obras, entre ellas la carretera Chacas-San Luis-Carhuaz. Según Nolasco, el trasfondo era eludir los requisitos establecidos en la Ley de Contrataciones del Estado.
José Sánchez Milla, quien reemplazaba a Álvarez en el gobierno regional porque este había salido de licencia para postular a la reelección, también se mostraba crítico al convenio. Junto con Nolasco estaba a favor de que el Consejo Regional de Áncash lo suspendiera. El 12 de julio del 2010, siete días después de jurar como gobernador interino, Sánchez Milla fue asesinado en una carretera rumbo a Chimbote. Ocho días después, dos sicarios intentaron matar a Nolasco.
Pese a que las sospechas apuntaban a Álvarez, este ganó la reelección en octubre de ese año y el acuerdo se mantuvo y con él la construcción del túnel. Una vez en el poder, Odebrecht ganó la buena pro de la obra (noviembre del 2010) valorizada en S/404 millones. ‘La Bestia’ estaba en la cima de su popularidad y ya tenía claro cuál sería su próximo objetivo: la Presidencia de la República.
—La detención—
Nolasco fue asesinado el 14 de marzo del 2014 de tres balazos en la cabeza cuando regresaba a Chimbote desde Lima. Dos meses después, la justicia ordenó el arresto de Álvarez al considerar que habría dado la orden del crimen. Luego se dispuso su prisión preventiva y fue internado en el penal de Piedras Gordas.

El asesinato del consejero regional Ezequiel Nolasco marcó un punto de quiebre para César Álvarez.
Pero la historia de corrupción detrás del túnel se mantenía en secreto. Por entonces, los sobornos de Odebrecht eran una leyenda.
Además del asesinato a Nolasco, Álvarez fue investigado por múltiples casos de corrupción durante su gestión, agrupados bajo el denominado Caso ‘La Centralita’. La investigación, por su complejidad y por la conmoción nacional que había generado, fue trasladada a Lima.
En abril del 2015, el fiscal anticorrupción Elmer Chirre asumió el caso en reemplazo de su colega Marco Huamán.
EL COMERCIO,