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La controversia en torno al Canal de Panamá sigue sin vía de solución y en aguas turbulentas. En su reciente discurso ante el Congreso de Estados Unidos, el presidente Donald Trump afirmó que su administración está en proceso de “recuperar” la importante vía marítima, que une los océanos Atlántico y Pacífico, y que considera esencial para garantizar la seguridad nacional. “Mi administración recuperará el Canal de Panamá y ya empezó a hacerlo”, afirmó Trump ante el Legislativo de su país la noche del martes 4. “Tenemos a Marco Rubio a cargo. Buena suerte, Marco. Ahora sabemos a quién culpar si algo sale mal”.
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Ante esto, la respuesta panameña fue inmediata y categórica, con el mandatario del país, José Raúl Mulino, calificando de mentiras las afirmaciones de Trump. “Nuevamente miente el presidente Trump”, escribió en X (antes Twitter). “El Canal de Panamá no está en proceso de recuperación y mucho menos es la tarea que en nuestras conversaciones con el secretario Rubio ni ningún otro se haya ni siquiera conversado”.
Nuevamente miente el Presidente Trump. El Canal de Panamá no está en proceso de recuperación y mucho menos es la tarea que en nuestras conversaciones con el Secretario Rubio ni ningún otro se haya ni siquiera conversado. Rechazo a nombre de Panamá y de todos los panameños esta…
— José Raúl Mulino (@JoseRaulMulino) March 5, 2025
Las declaraciones de Trump reabren tensiones entre Estados Unidos y Panamá, continuando con acusaciones del político republicano de que la importante ruta interoceánica está bajo control chino, por lo que su país debe volver a tomar posesión de la misma, una propuesta que amenaza la soberanía del país centroamericano y rompe todas las convenciones del derecho internacional.
El Canal de Panamá es considerado una de las mayores obras de ingeniería del siglo XX, uniendo los océanos Atlántico y Pacífico por un trayecto de 82 kilómetros a través del istmo de Panamá. Pero para la nación en donde se encuentra, también supone una parte crucial de su historia, ya que fue el interés en su construcción el que llevó a que EE.UU. apoyara militarmente a lo que fue una provincia de Colombia en sus ambiciones de independencia, dando nacimiento a la República de Panamá en 1903.
Una colosal empresa con un colosal precio, tanto monetario (se estima que EE.UU. invirtió US$375 millones en construir el canal) como humano, con más de 25.000 fallecidos durante la materialización del proyecto, particularmente de fiebre amarilla.
Inaugurado el 15 de agosto de 1914, el canal transformó económicamente la región y se convirtió en parte crucial en la estrategia de desarrollo de Estados Unidos en una superpotencia. Su importancia fue tal que la vía marítima estuvo en posesión estadounidense hasta la firma del Tratado Torrijos-Carter en 1977, siguiendo años de levantamientos sociales, en la que se dispuso la eventual entrega del canal a Panamá, lo cual se realizó el 31 de diciembre de 1999.
“(El Canal de Panamá) representa años de luchas, momentos de sangre, décadas en las que Panamá fue avanzando lentamente en su relación con Estados Unidos”, dijo en una previa entrevista con El Comercio el expresidente panameño Arístides Royo (1978-1982).
Desde entonces, es regentado por la Autoridad del Canal de Panamá y en la actualidad se mantiene como una de las vías marítimas más importantes del mundo. Muestra de ello es que en el año fiscal 2024 (de octubre del 2023 a setiembre del 2024) fue utilizado para transportar alrededor de 423 millones de toneladas alrededor del mundo, con sus principales usuarios siendo Estados Unidos (con 99,6 millones de toneladas como país de origen y 57,4 millones de toneladas como país de destino), China, Japón, Corea del Sur, Chile y México.
Fue esta importancia económica lo que puso al canal en la mira de la flamante administración Trump incluso meses antes de que asumiera el poder en enero de este año, cuando amenazó con tomar el control de la ruta transoceánica y denunció la presencia de intereses chinos en su funcionamiento, denuncia que volvió a repetir durante su discurso del martes último, afirmando que el tratado que le dio posesión del Canal de Panamá “ha sido violado severamente”. “No se lo dimos a China; se lo dimos a Panamá, y ahora lo estamos tomando de vuelta”, consideró.
En esa línea, el mandatario celebró en su discurso el reciente anuncio de que el grupo hongkonés CK Hutchinson Holdings, en el que acordaba vender el 90% de la sociedad propietaria de sus dos puertos en el área del Canal de Panamá al consorcio estadounidense BlackRock por US$19 mil millones, medida que los expertos en política internacional esperaban que bajara las tensiones entre EE.UU. y el país centroamericano.
¿Pero qué enciende la obsesión de Donald Trump por el canal? Para el internacionalista César Llona, coordinador académico de Relaciones Internacionales en la carrera de Negocios Internacionales de la Universidad de Lima, la insistencia del mandatario debe mirarse en el contexto de que este presenta una perspectiva diferente a sus antecesores en torno al orden internacional, pasando de una mirada donde se promovía la cooperación e interdependencia entre los países – los “aliados y socios” mencionados frecuentemente por Joe Biden – a otra más transaccional donde priman la seguridad y las consideraciones geopolíticas.
Bajo esas circunstancias, Estados Unidos ha desplegado una política de contención contra China de manera similar a la doctrina Truman que se utilizó contra Rusia y el comunismo durante la Guerra Fría, bajo la cual resulta inaceptable que una empresa de Hong Kong administre dos puertos del canal.
“Su discurso ante el Congreso ha sido de triunfo, ya que la presión que ejerció en el asunto tuvo resultados”, señala Llona. “Es también una muestra bastante interesante de cómo el riesgo geopolítico se puede convertir en una oportunidad comercial y lo cierto es que Washington ahora va a estar más tranquilo respecto a cómo se administra el canal”.
El especialista agrega que si bien quizá no hay nada por la vía legal que Estados Unidos pueda hacer para tomar posesión del Canal de Panamá – algo que el mismo Trump implícitamente reconoce en su discurso – se debe notar que el mandatario estadounidense notablemente no ha descartado ninguna opción, incluyendo la fuerza militar, para cumplir sus objetivos, algo que tanto panameños como los groenlandeses -otro territorio bajo la mira del magnate de bienes raíces- están tomando muy en serio. Incluso si dejamos de lado lo militar, la administración de Trump tiene poderosos mecanismos para poner presión en los países que se enfrenten al mandatario, como las sanciones comerciales y aranceles que está utilizando para librar una guerra comercial con Canadá y México.
Y si bien Panamá podría recurrir a mecanismos internacionales como la Corte de La Haya o a la presión de otros países, estas medidas son menos efectivas cuando el país al que se dirigen no tiene reparos en patear el tablero del orden internacional.
“El derecho internacional es una débil y quebradiza red de obligaciones, porque está basada en el consentimiento de los estados, ya que no existe un gobierno global que les imponga medidas”, considera Llona. “Y ahora la mirada que prima en la administración estadounidense es una más realista, en la que cualquier alianza puede ser abandonada si es que la seguridad nacional está en riesgo”.
Bajo estas circunstancias, en opinión del experto, la única vía que le queda a Panamá es seguir haciendo concesiones y garantías a Estados Unidos, que quizás lo dejen a un pasito de la cesión de la soberanía, para lograr tranquilizar las preocupaciones de corte geopolítico de Washington, como fue este primer paso con la venta de los derechos de los puertos de Hutchinson a Black Rock.